HEGEL 101.
El siglo XIX marcó a transición de la modernidad a la post modernidad. F. Nietzsche
(1844-1900) suele tomarse como el pensador cuya obra mostró este paso, pero ya desde Hegel
(1770-1831) se notó el radical cambio que Occidente experimentó a la hora de fundamentar la
realidad.
En relación con lo que a nosotros nos interesa, podemos decir que el cambio consistió
básicamente en la siguiente idea. Si creemos que el individuo es la fuente de todo conocimiento
y valor (supuesto que reinaba hasta el momento), cometemos un terrible error. Es el conjunto
de personas, relacionadas de determinada manera, lo que provoca que cada una adopte las
costumbres que adopta, defienda los valores que defiende, decida como decide y piense como
piensa. Es cierto que los humanos tenemos cierta creatividad, imaginación, tenacidad,
perseverancia, inteligencia, etc., y que podemos influir directamente sobre aquellas acciones.
Pero lo único que hacemos, en definitiva, es modificar parcialmente y en un grado muy bajo lo
que la sociedad nos impuso. Es decir, la fuente ya no es, como en la modernidad, el
pensamiento, y el efecto de lo que pensamos no se percibe como fuera de nosotros, sino que el
origen de todo está fuera, en la sociedad, y los efectos del quehacer social se reflejan en
nuestras mentes. A medida que transcurrían los años y las relaciones humanas se
transformaban, los distintos pensadores entendían que este supuesto se encontraba en diferentes
lugares de la sociedad. Todos estaban de acuerdo en que la sociedad condiciona al individuo, y
que ella misma es el origen de todo. Hubo diferentes propuestas, sin embargo, a la hora de
mostrar cuál era el centro fundamental de este origen. Sin ser tema del presente escrito
describir cada una de ellas, nos concentraremos exclusivamente en el pensamiento hegeliano.
Según Hegel, a la hora de entender lo que algo es, debemos realizar el siguiente
ejercicio. Supongamos que queremos comprender qué es una palabra cualquiera de esta hoja.
No sólo buscaremos los significados de dicho vocablo sino que también, quizás, describiremos
su función sintáctica, tal vez su etimología, etc. Es decir, intentaremos explicar positivamente
lo que define a esa palabra, lo que hace que sea esa cosa particular y no otra cualquiera (por
ejemplo, la palabra de al lado).
El término a definir, entonces, tiene en sí su propio ser y lo que las otras
cosas no son. Pero si tiene dentro de sí el no ser de las otras cosas, entonces también tiene en sí
el ser de las otras cosas. En otras palabras, para conocer lo que algo no es es necesario,
previamente, saber lo que es. Por tanto, en el no ser de algo está incluido su ser. De esta forma
la cosa a definir, que según vimos más arriba tiene en sí el no ser de las demás, tiene entonces
su propio ser y también el ser de las demás. Como las otras cosas son lo que no es ella misma,
entonces ella misma, al tener en sí el ser de las demás cosas, tiene en sí su propio ser y también
su no ser. O sea, tiene en su ser positivo y sus negatividades. Cuando algo, en un mismo tiempo
y lugar, es y no es sí mismo, se dice que es contradictorio. Esto significa que no puede
mantenerse como tal cosa y debe, por tanto, transformarse en una nueva.2
En nuestro ejemplo, la palabra es: -sí misma por un lado, y -las demás palabras y la hoja por el otro. O sea, es sí misma y no es sí misma. Es positiva y negativa. Por tanto, es contradictoria y se resuelve o
transforma en una nueva figura, el texto, que es resultado de las anteriores (la palabra por un
lado y las demás palabras y la hoja por otro). Es el nuevo otro de sí de la palabra. Lo que se ha
producido es un movimiento de la cosa consigo misma, de tipo contradictorio o dialéctico, que
transforma a esa cosa en una superior. La cosa se ha resuelto en una nueva. Y esta nueva cosa
es superior porque contiene dentro de sí las negatividades anteriores. Ahora bien, el texto por sí
mismo tampoco se entiende. Para ser tal, es necesario que existan otros textos, el autor, alguien
que lo haya fotocopiado, la editorial, alguien que lo lea, etc. Se pasa entonces, dialécticamente,
a una nueva figura, la del estudiante. Pero el estudiante no es tal si no hay profesor, si no hay
personal no docente, etc. Se pasa así a una nueva figura, luego a otra, etc., hasta que se llega a
una última instancia, que lo contiene a Todo y en la cual ya no hay un otro distinto de sí que le
muestre su contradicción.
Por un lado, la filosofía del derecho de Hegel responde a este movimiento dialéctico.
Según este autor, todos los ámbitos de la realidad responden al mismo principio metafísico,
esto es, al movimiento dialéctico. Por tanto, cuando los queremos entender, lo único que hay
que hacer es reconocer la dialéctica que le da su ser. En este sentido, para Hegel un sistema
legal no es sino un momento del desarrollo dialéctico de todo el sistema legal. Al principio
había familias, cuya oposición contradictoria produjo una nueva figura: las aldeas. Luego éstas
se resolvieron en una figura superior: las comunidades. Más adelante surgió la sociedad civil y,
finalmente, el Estado. La sociedad civil es el sistema propuesto por los iusnaturalistas del s
XVII, momento inmediatamente anterior al vivido por Hegel. En su época (fin del siglo XVIII y
principios del XIX, revolución francesa con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad), la
presencia del Estado muestra que el movimiento dialéctico ha llegado a su fin, y lo que se
desarrolló total y absolutamente, el sujeto de la historia, que fue resolviéndose en figuras
superiores hasta alcanzar el absoluto, es la Libertad.
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