No es vintage, es política estética: el revival del soporte tangible
- azul courreges giralt
- 13 oct
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Actualizado: 22 oct
Del feed al relicario, performar el recuerdo en papel satinado parece ser algo del pasado pero como siempre, yo vengo a imponer modas y este es un must have al cual me gusta denominarlo como "curaduría afectiva", básicamente, ver al objeto físico como un statement editorial. Dependiendo de la época que seas, seguramente alguna vez te regalaron un libro, una cartita, un cd, un vinilo o cualquier recuerdito de algún viaje que hiciste, detalles que amas pero que en la actualidad, son valores que desafortunadamente se perdieron y yo intento revivir. Como siempre, bajo mi naturaleza completamente narcisista y autoreferente, vengo a exponer un poquito de lo que significa para mí -y muchas personas como yo- esta distinción que se archiva, aquella memoria que se imprime.
Te invito a abrir esa caja que guardás en el placard. Sí, esa. La que tiene entradas de recitales, cartas que ya no sabés si releer o quemar, fotos con bordes redondeados. ¿Qué dice de vos ese archivo afectivo? ¿Qué dice de tu forma de amar, de recordar, de narrarte?¿Cuándo fue la última vez que escribiste una carta? ¿Que revelaste una foto? ¿Que regalaste un objeto con historia? Si no lo recordás, no te preocupes. Para eso estoy yo: para recordarte que el papel también puede ser un acto de amor.Porque en el fondo, todas tenemos una historia que merece ser impresa. Y quizás, solo quizás, este sea el momento de volver a escribirla con tinta, con gesto, con intención.
En una era marcada por la aceleración digital, la ubicuidad del algoritmo y la estetización del dato, el formato físico —ese objeto que se puede tocar, oler, archivar— se erige como gesto de distinción, como resistencia estética y como curaduría afectiva. Imprimir una fotografía, conservar un vinilo, escribir una carta de amor o guardar un ticket de museo no son actos nostálgicos: son prácticas performativas que reinsertan el cuerpo, el tiempo y el estilo en la experiencia simbólica.
Va a sonar súper cliché y re de película de amor, pero perseguí lo que ves en tu película preferida en la vida real (o sea, bajo parámetros legales, obvio; si no, me llamás a mí, tu abogada icónica de confianza). Es una tendencia que veo muchísimo con cada persona que conozco: la gente espera y no hace. Disfrutá de tu vida. Sentate a leer un libro físico con un tecito en tu cama. Poné un vinilo o un CD y realmente apreciá el arte de escuchar música, porque es un ritual, como todo, pero siento que es algo que se perdió completamente. Por eso estamos súper atrapados/as en nuestros celulares.
Te tiro un consejo de amiga y de vida: si te sentás a esperar a que pase algo, no va a pasar. Es re obvio, pero hoy en día parece ser una obviedad ignorada. La nostalgia por la música de antes o por los tiempos que corrían —en los 80, por ejemplo— existe porque, básicamente, la gente vivía libremente.
El punto de esta nota es el revival, sí, obvio, pero también es que te animes a disfrutar de la compañía que tenés a tu alrededor —y de la tuya, por supuesto— porque literalmente soy una advocate del self-love (y medio borderline narcissist). Sentimos nostalgia por épocas no vividas porque proyectamos en ellas una estética emocional idealizada que nos ofrece refugio, identidad y sentido en tiempos de incertidumbre. Este fenómeno tiene nombre: anemoia, un término acuñado por John Koenig en su proyecto The Dictionary of Obscure Sorrows. Se refiere a la melancolía por tiempos que no forman parte de nuestra experiencia directa, pero que sentimos como propios. Aquellas cartografías del deseo —es decir, cuando la memoria imagina el pasado— se convierten en melancolía prestada, en una forma de resistencia afectiva frente a la fugacidad contemporánea. Los objetos físicos tienen historia, esa historia se la das vos! Revelá tus fotos, comprate libros, saca fotos desde camaras digitasles, viví como vos querés vivir, osea yo porque amo todo esto pero lo traigo porque realmente quiero alejarme de las pantallas, medio irónico que lo haga acá pero quiero que mi mensaje llegue.
Desde una perspectiva sociológica, Pierre Bourdieu nos ofrece una clave insoslayable: el gusto no es una preferencia individual, sino una forma de capital cultural que organiza el mundo social (La Distinction, 1979). Así, el revival del soporte físico no responde a una pulsión retro, sino a una lógica de diferenciación. El vinilo, el papel, la tinta y el cartón operan como signos de autenticidad frente a la volatilidad del simulacro digital. No se trata de volver atrás, sino de elegir con intención: performar el archivo como statement.
Walter Benjamin, en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), advertía sobre la pérdida del aura en los objetos reproducibles. Pero en el presente, imprimir una imagen o escribir una carta no es solo conservar: es editorializar. Es devolverle al objeto su capacidad de ser portador de historia, de afecto y de estilo. En este gesto, el archivo se convierte en accesorio narrativo, en moodboard afectivo, en reliquia curada.
Desde el diseño, podríamos decir que la tecnología ha avanzado en velocidad, accesibilidad y democratización de herramientas. Pero ha retrocedido en densidad simbólica. La interfaz reemplazó al objeto, el scroll al gesto, el feed al relicario. Y sin embargo, el cuerpo reclama su lugar: en la textura del papel, en el sonido del vinilo, en la caligrafía de una carta. Porque el archivo físico no solo conserva: performa. Obvio que es más barato leer un e-book, se acceso mucho más fácil, incluso sin salir de tu casa, escuchar el último album de tu artista preferido/a en el instante que sale es divino pero NADA equivale a leer en formato físico o escuchar un album en vinilo, la experiencia de ir a comprar el formato físico de las cosas, se perdió completamente y lo considero una tragedia.
A modo anecdótico les comento algo que hice y recomiendo. Yo soy muuuuy fan de ir a la calle Corrientes a comprar libros, después de tomarme un cafecito en un palacio, es mi self date preferida (y es difícil porque tengo muchas), pero hace relativamente poco, imprimí las fotos de mi viaje a Europa y las archivé en un álbum de fotos como antes, no les puedo explicar lo que sentí en el momento, casi lo que pienso cuando me veo al espejo todos los días, un amor incondicional. Después me fui a ver vinilos y me acordé de cuando era adolescente, épocas donde compraba cds todo el tiempo, fue un flashback muy lindo pero es inevitable preguntarme, puede existir un revival del soporte físico de las cosas, más allá del precio de las mismas? Porque la idea en teoría es fantástica pero muchas veces, una utopía. La inflación se incrementa cada día más (tanto acá en Argentina como en el resto del mundo) y el acceso se limita pero gracias a la moda circular, es más fácil acceder. Además no sólo es súper chic, sino súper icónico.
La memoria social construye identidad y personalidad, su tangibilidad los ancla en un tiempo y lugar específicos, convirtiéndolos en poderosos detonantes de recuerdos y conversaciones compartidas.
A su vez, son un arma contra el tiempo, en particular las fotos, sirven como prueba tangible de la historia personal y familiar. Son cruciales para construir un sentido de identidad dentro de un contexto social, validando la identidad a través de narrativas visuales compartidas. Sostener una foto o un libro físico nos conecta con las personas y el pasado asociados a ese objeto.
A diferencia de los archivos digitales efímeros, los formatos físicos a menudo se comparten y se exhiben: un álbum de fotos se comparte, un libro se presta, se reproducen discos juntos. Este proceso externaliza la memoria individual, contribuyendo a una memoria social colectiva dentro de una familia o comunidad. Los actos de cuidar un álbum de fotos, colocar cuidadosamente una aguja en un disco o pasar las páginas de un libro son rituales sociales. Estas experiencias táctiles compartidas refuerzan los lazos sociales y facilitan la transferencia intergeneracional de valores culturales e historia.
Imprimir es resistir. Archivar es performar. Y recordar, en papel fotográfico, es un acto de distinción, una declaración de amor, porque en tiempos de scroll infinito, el verdadero lujo es detenerse, imprimir y encuadrar lo que importa. Ser valiente y amar creando es la forma más hermosa del amor, detalles que se perdieron y requieren de un revival, además no hay nada peor que una persona cobarde, un horror, quiero incentivar a que todas las personas que estén leyendo mi nota, sean como yo. Y si alguna vez dudás entre guardar o imprimir, recordá: lo que se imprime, se convierte en historia, porque hay recuerdos que no caben en un archivo .zip. Hay gestos que merecen papel, perfume y cintitas de raso.











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