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TEORIA MAQUIAVELICA EN BASE A EL PRINCIPE

Nicolas Maquiavelo, el filosofo italiano tan disrruptivo, explicaba en su obra "El Principe" la realidad social en la cual se encontraba su tan querida Florencia. El arte de gobernar y la guerra

Maquiavelo cree firmemente que la solidez del estado se deriva de un ejército poderoso. No es un defensor de la democracia. El gobernante deriva su autoridad y poder completamente de su habilidad para conquistar y destruir a todos los enemigos, incluso a los enemigos potenciales. Lo resume cuando dice que “la presencia de fuerzas militares sólidas indica la presencia de leyes sólidas”.


Si bien la sabiduría y la virtud del gobernante son importantes, estas son consideraciones secundarias después del establecimiento de un poder militar. Todo, desde la necesidad de conquistar nuevos territorios hasta la protección del principado, pasando por el proceso de exigir lealtad a sus súbditos, es función de la fuerza militar.


Buena voluntad y odio

Maquiavelo se esfuerza mucho en demostrar el cuidadoso equilibrio que un príncipe debe mantener entre ser amado y temido. Si bien es peligroso que un gobernante sea odiado por sus súbditos, demasiada generosidad y benevolencia crea la impresión de que es débil y carece de autoridad. Si bien aboga por la crueldad al servicio del estado, tiene cuidado de señalar que la crueldad debe usarse con moderación. Es mejor para el gobernante ser temido que amado, pero no debe ser un tirano despótico puramente cruel.


Es bueno que sus enemigos lo odien, pero también debe mostrarles que tiene el poder por derecho. Una vez más, el gobernante debe infundir miedo en el pueblo que conquista y debe destruir a todos los que compiten con él por el poder, pero también debe demostrar la moderación adecuada para el pueblo conquistado. La fuerza del gobierno es la del equilibrio entre el miedo y el odio, y la buena voluntad.


Libre albedrío

Uno de los aspectos más controvertidos de El príncipe en su época es la implicación de que los gobernantes obtienen su poder y autoridad mediante el ejercicio de su propia voluntad. Esto está en contradicción con la creencia prevaleciente en el momento en que los gobernantes derivan su poder y autoridad únicamente por derecho divino.


Mientras que los reyes y los príncipes reclaman el derecho divino de los reyes, Maquiavelo demuestra que sus derechos y privilegios se derivan más de su capacidad para manipular a otros, destruir enemigos y engendrar la lealtad de la gente. Estas cualidades son las manifestaciones del libre albedrío en lugar de la voluntad de Dios.


Recepción general

El libro fue catalogado por el Papa en ese momento como uno de los libros más importantes para evitar. Considerado malvado durante muchos años, El Príncipe, sin embargo, fascinaba a los lectores contemporáneos.


Durante la época de Shakespeare, Maquiavelo y El Príncipe solían ser sinónimos del Diablo. Por ejemplo, Christopher Marlowe, un contemporáneo de Shakespeare, escribió su obra El judío de Malta con un prólogo que contenía un personaje llamado “”Maquiavel”. Es fácilmente identificable con Niccolo Machiavelli y opera como una presencia demoníaca en la obra.


En el curso de la introducción del escenario y la acción, Maquiavelo dice: "Considero la religión como un juguete infantil, / y sostengo que no hay pecado sino ignorancia". Esto resume las actitudes isabelinas hacia Maquiavelo. Todo el libro es poco ético, inmoral y un rechazo a la religión.


Los lectores de la época llegaron a estas conclusiones porque El Príncipe introduce la idea del libre albedrío en el ejercicio del poder estatal. Se sostenía que el derecho a gobernar como monarca se derivaba únicamente de Dios. Sugerir que los reyes y monarcas ejercían el poder y la autoridad estatal a través de la manipulación vengativa, el asesinato y los juegos psicológicos se consideraba una blasfemia.


Como lectores modernos, podemos ver algo de verdad en las ideas de Maquiavelo en las formas de retórica política y diplomacia internacional. Sigue siendo una pregunta abierta. En cualquier caso, el caso de la retórica y la manipulación sobre el derecho divino parece estar resuelto. El hecho de que El Príncipe todavía plantee preguntas éticas difíciles y preocupantes es testimonio del poder del libro.

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